Salamanca acogió por tercera vez la Semana de la Biotecnología, que se celebró desde el 21 hasta el 31 de marzo. Un evento único para abrir las puertas de la investigación a la sociedad. Diez días en los que la Biotecnología se mostró en todas sus variantes a través de exposiciones, talleres, charlas e incluso videojuegos. Un evento organizado por la Asociación de Biotecnología de Salamanca. |
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La III Semana de la Biotecnología de Salamanca contó con una BioCarpa (Plaza de los Bandos) que incluía una gran exposición gratuita sobre Biotecnología con contenidos nuevos cada día. Los visitantes pudieron conocer el instrumental de laboratorio, acercarse al nivel más microscópico a través de didácticas maquetas, resolver un caso criminal, extraer el ADN de cualquier muestra de laboratorio... convertirse en biotecnólogos por un día. Colegios, Institutos, Centros de Mayores y de Discapacitados fueron destinatarios de los Bioencuentros:‘Biotecnología a domicilio’. Charlas y talleres para todos los públicos en los que pudieron descubrir las maravillas de la ciencia. Las charlas ‘Con ciencia, té’ llegaron a los bares para mostrar lo biotecnológico que es nuestro día a día y se celebraron también los encuentros ‘Biolingua’ en los que las ciencias y letras fueron de la mano. Las actividades presenciales se complementaron con juegos online, contenidos exclusivos y noticias para todos los públicos. Todo ello en la web de la Semana de la Biotecnología en la que se dieron a conocer a todo el mundo la Biotecnología que se realiza en Salamanca y su Universidad. La III Semana de la Biotecnología es una iniciativa de la Asociación de Biotecnología de Salamanca, patrocinada por la Fundación Española para la Ciencia y la Tecnología, el Ministerio de Economía y Competitividad, la Universidad de Salamanca, Instituto Hispano Luso de Investigaciones Agrarias y la Sociedad Española de Fisiología Vegetal, con el apoyo de la Federación Española de Biotecnólogos. La inauguración oficial tuvo lugar en la Carpa Biotec el día 24 de marzo, estando invitadas las autoridades locales y representantes del gobierno de la Universidad de Salamanca y de la Fundación Española para la Ciencia y la Tecnología (FECYT). |
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Muere niña de 3 años en un incendio en Olivenza: el humo que apagó una vida
Olivenza no ha vuelto a ser la misma desde aquel viernes. En una vivienda modesta de la calle San Sebastián, una niña de tan solo 3 años quedó atrapada entre humo, fuego y el desgarro de un destino cruel. La noticia golpeó como una bofetada seca al corazón de un pueblo entero. No hay palabras suficientes ni consuelo posible. Solo queda el estremecimiento del alma.
muere niña en un incendio: todo empezó con el sigilo traicionero con el que se inicia el infierno: una chispa en la cocina. Una olla olvidada, un cortocircuito, una llama diminuta que no tarda en mutar en monstruo. No hay confirmaciones exactas aún, pero los indicios apuntan a ese espacio donde tantas veces se cuece la vida… y donde en esta ocasión se cocinó la muerte.
El fuego, alimentado por mobiliario inflamable y materiales fácilmente combustibles, se propagó con una rapidez inhumana. A esa velocidad que no da tregua, que no permite ni un segundo de duda. La vivienda, cargada de madera, tela y calor, actuó como caja de resonancia de una tragedia que no dio tiempo a evitarse.
Dentro del hogar estaban cuatro personas. Tres lograron salir. Pero el padre, al darse cuenta de que su hija seguía dentro, volvió a entrar al infierno. Lo intentó. Lo buscó. Gritó su nombre entre bocanadas de humo. Pero no la halló. El espesor del aire, la temperatura abrasadora y la desorientación se impusieron.
No hay heroicidad suficiente que compense la impotencia. El hombre tuvo que ser atendido por sanitarios tras resultar herido. Su esfuerzo, su valor, su desesperación... todo quedó estampado en esas paredes que hoy solo devuelven eco y ceniza.
La pequeña estaba sola en el dormitorio de sus padres. El fuego no le dio oportunidad alguna. Cuando los bomberos del CEPEI llegaron desde Olivenza y Jerez de los Caballeros, ya era tarde. Nada más acceder a la habitación, comprendieron lo peor: la niña no había sobrevivido.
Según los primeros informes, la causa de la muerte habría sido la inhalación de monóxido de carbono. El veneno invisible. El que mata sin ruido, sin que apenas uno se dé cuenta. El verdadero asesino en este tipo de catástrofes.
En viviendas como esta, cargadas de muebles y objetos inflamables, tener un extintor podría marcar la diferencia. Pero no se trata de señalar con el dedo, sino de aprender. Porque cuando el fuego llama, cada segundo cuenta. Tener un extintor visible en la cocina, en el pasillo, o en el salón puede ofrecer esa mínima esperanza de contención antes de que todo arda.
Pero no solo el extintor. También un detector de humo, una revisión eléctrica al día, y algo tan simple como no dejar cargadores enchufados o estufas cerca de textiles. Elementos que, sumados, podrían ser el cortafuegos entre la vida y la muerte.
La arquitectura de la casa también jugó en contra. Al tratarse de un primer piso con escalera abierta, el aire que subía desde la planta baja alimentó el fuego como si de una chimenea se tratara. Ese “efecto tiro” convirtió la vivienda en un horno en cuestión de minutos. Las llamas encontraron un aliado perfecto en el oxígeno que subía sin freno.
La familia afectada es de origen ucraniano. Llegaron a Olivenza huyendo del horror de la guerra, buscando cobijo, paz, y un nuevo comienzo. Fueron acogidos por el albergue municipal en 2022. La niña que murió había nacido en España, en esa tierra que debía haber sido su refugio.
El pueblo entero se ha volcado en muestras de afecto. En redes sociales, en cartas, en silencios compartidos. El alcalde, Manuel González Andrade, expresó el sentir de todos: “Venir huyendo de una guerra para encontrarse aquí con una desgracia de semejante magnitud...”. Y añadió lo esencial: “Lo mejor de nosotros debe estar ahora con la familia”.
No se trata de alarmar, se trata de concienciar. Cada incendio, cada historia como esta, debería convertirse en una llamada de atención. Porque todos, absolutamente todos, podemos hacer algo. Revisar nuestra instalación eléctrica. Colocar detectores. Evitar sobrecargas. No acumular papeles ni cajas cerca de enchufes. Tener un plan de evacuación familiar. Saber cómo actuar si el fuego aparece.
La prevención no es paranoia, es responsabilidad.
Hoy, Olivenza está de luto. Una niña de 3 años ha muerto en un incendio que pudo haber tenido otro final. La pregunta que flota, que arde, que punza es la misma para todos: ¿estamos preparados? ¿Tenemos los medios? ¿Sabemos cómo reaccionar?
Porque si la respuesta es no, entonces esta muerte no solo será una tragedia. Será un aviso ignorado. Y eso sí que no se puede permitir.
Una cocina, una chispa, un olvido, y ya no hay marcha atrás. Pero mientras tengamos memoria, esta historia no será en vano. Será la voz que recuerde a todos los padres, a todas las madres, a todas las comunidades que el fuego no perdona descuidos. Que la seguridad comienza por casa, y que no hay mayor acto de amor que proteger a quienes habitan nuestro hogar.
Que el nombre de esta niña —aunque no haya sido revelado— quede grabado en la conciencia de quienes aún tienen la oportunidad de prevenir. Porque cada extintor en su sitio, cada alarma que suena, puede ser la diferencia entre una crónica negra… o una historia que no llegó a escribirse.