1º ESO BARBA RODRÍGUEZ, MARÍA FRANCHO RODRÍGUEZ, MICHAEL MARTÍN CORRAL, JESÚS MARTÍN RODRÍGUEZ, CRISTIAN MORO SÁNCHEZ, ADRIÁN PINTADO FLORES, LARA SIERRA AMADOR, MARÍA 2º ESO BLANCO VICENTE, JAVIER FREGENEDA GARCÍA, ISABEL NUÑEZ CARDOSO, ADRIÁN PRIETO MARTÍN, NATALIA SÁNCHEZ MAYORDOMO, ENRIQUE SANTIAGO FERNÁNDEZ, ADRIÁN 3º ESO AGUDO ESTÉVEZ, NATALIA GARCÍA HERRERO, JUAN ÁNGEL GÓMEZ GAJATE, ANDREA HERRERO GONZÁLEZ, SERGIO MARTÍN AMADOR, GONZALO MONTES GARCÍA, ALICIA PÉREZ GARCÍA, JULIA PÉREZ PÉREZ, BEATRIZ SÁNCHEZ SANTOS, ANA Mª SANTANO RODRÍGUEZ, ALBA SECO GÓMEZ, MÓNICA
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4º ESO ASÍN GARCÍA, YOLANDA AYUSO SÁNCHEZ, MARTA BARAJAS BENITO, CÉSAR BENITO FRANCIA, Fº JAVIER BORREGO SÁNCHEZ, IRENE FLORES MARCOS, JOSE MANUEL FRANCHO RODRÍGUEZ, MICHELLE FREGENEDA REDERO, VERÓNICA VILLORÍA LÓPEZ, JESÚS MARÍA
1º BACHILLERATO ALONSO CHICO, DIEGO BENITO REBOLLO, PATRICIA BLANCO HERRERO, CARLOS CABEZAS CABRERO, ÁNGEL CHICO BRIONES, LETICIA ESTÉVEZ HERNÁNDEZ, JUDIT HERNÁNDEZ MARTÍN, ÁNGEL HERNÁNDEZ RÍOS, EDUARDO MANSO CORREDERA, ERIC SÁNCHEZ CORRAL, ÁLVARO TEODORO SILVA, JOANA LARA
2º BACHILLERATO FRUTOS HERNÁNDEZ, J. CARLOS RODRÍGUEZ BENITO, TERESA SÁNCHEZ SANTOS, ÁLVARO VICENTE AMADOR, LAURA |
Fuego eléctrico: una amenaza invisible que exige actuar con cabeza fría
Fuego eléctrico: una amenaza invisible que exige actuar con cabeza fría.
Los fuegos no solo iluminan la oscuridad, también la siembran si no se les entiende. Y entre todos los que pueden desatarse, los de Clase C son quizá los más traicioneros: silenciosos, técnicos, letales. No rugen al inicio, apenas chasquean, susurran entre cables y transformadores hasta que todo arde. Y cuando uno se da cuenta, el desastre ya ha puesto pie en casa o empresa.
Los fuegos de Clase C no son como los otros. No nacen de una sartén olvidada o de un cigarrillo traidor, sino de esa energía invisible y siempre presente: la electricidad. Y con ella no se juega. Porque un descuido no solo prende fuego; electrocuta. Y eso no es metáfora. Aquí no cabe la valentía torpe ni el arrojo de héroe de serie mala. Aquí hay que saber, y saber bien.
El fuego es fuego, claro, pero no todo fuego se apaga igual. Los incendios de Clase C son aquellos que implican equipos eléctricos energizados. ¿Qué significa esto? Que los cables, transformadores, motores y enchufes no solo están ardiendo, sino que siguen activos con corriente. Tocar, acercarse, rociar agua... todo eso equivale a firmar el propio epitafio.
Los síntomas de que estás ante uno de estos fuegos no son difíciles de identificar si uno tiene los ojos y la nariz bien entrenados:
Chispas o explosiones repentinas antes del incendio.
Humo gris azulado, distinto al típico negro de materiales plásticos.
Olor acre a plástico fundido o quemado.
Clics eléctricos, como si algo enloquecido chispeara sin fin.
Y ante esas señales, lo primero no es actuar... es no hacerlo sin pensar.
Aquí entra el protagonista: el extintor. Pero no cualquiera. No vale el de espuma ni el de agua. En el punto en que el fuego ha prendido en un cuadro eléctrico o un ordenador, el único extintor válido es aquel que no conduce electricidad.
Los más eficaces son:
Extintores de CO₂ (dióxido de carbono): no dejan residuo, no mojan, no dañan equipos electrónicos. Pero eso sí, usados en lugares cerrados pueden reducir el oxígeno a niveles peligrosos.
Extintores de polvo químico seco (tipo ABC): el todoterreno. También sirven para fuegos de Clase A y B, pero su ventaja aquí es que neutralizan el fuego sin transportar electricidad.
Ojo con esto: usar el extintor correcto puede ser la diferencia entre controlar el incendio o provocar una electrocución. Tan claro como eso.
¿Cómo son los fuegos de la clase C? Este tipo de fuego tiene apellido técnico, sí, pero consecuencias humanas. Las causas son tantas como irresponsabilidades comunes: enchufes sobrecargados, cables roídos por el tiempo, instalaciones eléctricas mal diseñadas o improvisadas. Todo eso suma. Todo eso arde.
Y cuando arde, no vale salir corriendo con un balde de agua. El agua conduce electricidad. Esa vieja lección de física que tantos olvidan. Rociar agua en un incendio de este tipo no solo es inútil, es mortal. La corriente te busca, viaja por el agua y te alcanza.
Por eso el primer paso no es apagar, sino cortar. Cortar la electricidad desde el cuadro general. Solo entonces, el fuego deja de ser Clase C para convertirse —quizá— en un fuego de Clase A (materiales sólidos) o B (líquidos inflamables). Pero mientras haya corriente, el riesgo permanece.
Primero: desconectar. Bajar palancas, cortar corriente, desenchufar. Eso, si el acceso es seguro. Si hay chispazos o el fuego bloquea el acceso, hay que esperar a profesionales.
Segundo: aplicar el extintor correcto. El extintor CO₂ es la joya en ambientes con tecnología: no ensucia, no daña. Pero si no se tiene, el polvo químico también cumple. Jamás espuma, jamás agua.
Tercero: evacuar si no se tiene formación. Porque si uno no sabe lo que hace, estorba o se convierte en víctima. No hay más.
Y aquí está el meollo del asunto. La gran mayoría de los fuegos eléctricos no deberían ocurrir. Pero ocurren. Porque no revisamos, no invertimos en mantenimiento, no capacitamos a nuestra gente.
Medidas básicas de prevención:
Revisar periódicamente el estado del cableado.
No enchufar múltiples electrodomésticos en una sola toma.
Usar protectores de sobretensión.
Etiquetar y señalizar zonas con alto voltaje.
Sustituir cables viejos o con daños visibles.
Y, por supuesto, formar al personal. Saber cómo actuar, cuándo intervenir y cuándo no. Simulacros, charlas, talleres. Todo eso que parece “pérdida de tiempo”... hasta que el reloj se detiene por humo y llamas.
Ese cilindro que todos ignoran en la oficina o el pasillo es una herramienta de vida o muerte. Pero para que cumpla su función, hay que saber dónde está, cómo se usa y si está en condiciones. El mantenimiento del extintor es tan vital como el de un desfibrilador o un botiquín.
¿Cada cuánto revisar un extintor? Cada año como mínimo. Más, si el entorno es agresivo o de uso intensivo.
Y no vale cualquier modelo. Para fuego clase C, el extintor tiene que decirlo bien claro. No sirve el genérico. Hay que saber leerlo, conocerlo, casi tenerle cariño.
Lo que no se ve, mata. Esa es la enseñanza que dejan los fuegos de Clase C. No hay lugar para improvisaciones ni para héroes sin formación. Solo preparación, técnica y sangre fría.
La electricidad da vida, pero también la puede quitar si no se respeta. Y cuando se combina con el fuego, el resultado es devastador. Lo importante no es apagar el fuego cuando surge, sino evitar que surja.
Revisar, prevenir, formar. Y tener siempre a mano el extintor correcto, no uno cualquiera. Porque la diferencia entre tragedia y anécdota puede depender de un solo chasquido eléctrico.